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La Gioconda, una de las grandes obras llevadas al castillo de Clos Lucé. Actualmente, se encuentra en el museo Louvre.

Leonardo da Vinci fue invitado por el rey Francisco I de Francia y Luisa de Saboya al Château du Clos Lucé un otoño de 1516 en carácter de “primer pintor, ingeniero y arquitecto del Rey”.  Tenía 64 años y llegó desde Italia, atravesando los Alpes sobre el lomo de una mula con algunos de sus alumnos. Pero la mula y los aprendices no fueron sus únicos acompañantes, viajó también con sus obras maestras: La Gioconda, La virgen y el niño y San Juan Bautista.

Los archivos nacionales de París atestiguan este hecho, ya que en ellos se encuentra un certificado de pago mencionando la pensión de Francisco I a Leonardo da Vinci: “Al Maestro Lyenard de Vince, pintor italiano, la suma de 2000 ecussoleil (moneda que se usaba en ese momento), por su pensión de dos años”.

Durante su estadía en la gran mansión, el maestro del Cinquecento sirvió a los monarcas con sus talentos, trabajó de forma incansable en numerosos proyectos  e imaginó diferentes planos del castillo ideal y de la ciudad de Amboisse. Se comunicaba frecuentemente con el rey a través de un pasadizo subterráneo que unía el Château du Clos Lucé con el Château d’Amboise, se encontraban a tan sólo 300 metros de distancia. Actualmente, tan sólo unos metros de este pasaje se encuentran visibles.

El Château Clos Lucé forma parte de la agrupación de castillos del valle del Loira en Francia y  es patrimonio histórico de humanidad según la Unesco. Situado en la ciudad de Amboise, el castillo puede visitarse durante todo el año excepto el 1 de enero y el 25 de diciembre. En 1471 fue construido sobre ruinas greco-romanas, como una residencia dependiente del Castillo de Amboise. De generación en generación, los reyes utilizaron este Château como hogar en el verano.

Las corrientes renacentistas incidieron en el diseño arquitectónico de este castillo. Su fachada está formada por ladrillos rojos que resaltan ante el blanco hueso de las cadenas de piedra que bordean la construcción y el tejado negro de pizarra.

Se ingresa a la casona a través de una galería. En el interior se pueden recorrer las grandes recámaras de techos altísimos con vigas de madera y una decoración que conserva el estilo recargado de la época.

Ingresar a la habitación de Leonardo Da Vinci es como un viaje en el tiempo, se puede imaginar cómo escribía sus ideas en el escritorio de madera o como descansaba en su gran cama de terciopelo bordó con dosel.

Otro de los atractivos de esta fortaleza es el oratorio de estilo gótico que el rey Carlos VIII mandó a construir para su esposa, la reina Ana de Bretaña. Actualmente, los frescos pintados por los aprendices del artista italiano embellecen la bóveda cuatripartita de la capilla. Por otro lado, también se puede visitar el taller donde Leonardo producía obras, su escritorio, la sala de consejo y la habitación de Marguerite de Navarra.

En las salas subterráneas del castillo se encuentran arquetipos de los inventos que en esa época ideó el pintor florentino como la máquina voladora, la bicicleta y el automóvil. Son cuatro habitaciones que permiten entender la mente del Leonardo ingeniero a través de 40 animaciones 3D fabricadas con el mismo material que se usaba en ese momento.  Además, se pueden apreciar numerosos bosquejos que plasman las avanzadas ideas que este genio tenía para la época.

Algunos bocetos de las invenciones del maestro italiano.

Un parque arbolado de 7 hectáreas rodea el Château, atravesado por el pequeño río Amasse, un afluente del Loira. Allí se encuentran 20 modelos hechos a escala de real de las invenciones de Leonardo y 40 lienzos con ilustraciones de las pinturas y los dibujos que realizó.

Leonardo pasó los últimos tres años de su vida en este castillo y, mientras tanto, trabajó en varios proyectos para el rey de Francia, rodeado siempre de sus estudiantes. El 23 de abril de 1519 Leonardo le pidió a un escribano de Amboise, Guillaume Boureau, que escribiera su testamento. Diez días después, el 2 de mayo de 1519, falleció en Clos Lucé dejando su huella perenne en este rincón de Francia.

 

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Por: Lucía Benavente

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