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No solo los corporativos sino también los residenciales se lanzan a la tendencia de sumar piezas de arte en los espacios comunes. Además de darle categoría, ¿pueden resultar una buena inversión? Cómo elegir una pieza y qué beneficios trae.

Nada más lindo que encontrarse con el arte. Pero para disfrutarlo no es necesario, solamente, ir a los museos. En halls y pasillos de edificios, tanto corporativos como residenciales, pueden encontrarse algunas piezas que nos acercan a grandes o pequeños artistas y nos permiten vivir rodeados de cultura. 

Francisco Bosch, director de Miranda Bosch Real Estate & Art, inmobiliaria que ofrece servicios de asesoramiento curatorial para trabajar en conjunto con desarrolladores, menciona que esta convivencia de arte en edificios fue muy común en décadas anteriores: “Los mejores edificios de Buenos Aires siempre tuvieron obras de arte en sus fachadas y en los halls de acceso, siempre se las consideró  parte de la arquitectura del edificio. Es decir, arte y arquitectura siempre fueron la amalgama perfecta para que un edificio se destacara por sobre otros; de hecho, hoy son emblemas que los identifican”, resalta y pone como ejemplo a la sede central del Automóvil Club Argentino, sobre la Avenida del Libertador,  en cuya fachada e interior del edificio se emplazaron murales, frisos y relieves de prestigiosos artistas, como José Fioravanti. 

Obra de Marcolina Di Pierro, artista Didetot

En la década del ’70, agrega Bosch, también tuvimos otro boom, pero más ligado a lo óptico y abstracto. Era muy común encontrarse en el palier de grandes y medianos edificios una obra de un artista desconocido o de gran trayectoria como relieves de bronce, pinturas de cerámica esmaltada o una roseta con venecitas de Rogelio Polesello. “Son esos detalles que guarda misteriosamente Buenos Aires, que la hacen tan única y maravillosa”, subraya el experto que aclara que, al día de hoy, se ve menos en edificios de escala menor. Pero sí el arte está muy presente en proyectos inmobiliarios de alta envergadura que persiguen “identificarse y destacarse por sobre sus pares con la idea de buscar ser únicos y, también, porque entienden que apoyar a los artistas y sus producciones contemporáneas es una huella que quedará para siempre y que en el futuro puede transformarse en un emblema de la época”, explica.

En esa línea, Bosch afirma que hoy se pueden encontrar desarrollistas con una fuerte visión para incluir arte contemporáneo en sus proyectos más importantes, como Jorge Perez, a quien le vendió una gran pieza de la artista Gachi Hasper para sus edificios en Puerto Madero. Lo mismo nombres como Alan Faena y Eduardo Constantini, otros ejemplos donde arte, arquitectura y desarrollo de nuevos espacios públicos de exhibición colectiva se unen para dar visibilidad cultural, aunque a su vez son una marca que los identifica y los potencia socialmente como grandes mecenas del arte. “Muy recientemente estamos muy contentos con la incorporación de la firma Azcuy, quienes crearon el Premio Azcuy junto al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, para incluir obras de arte de artistas contemporáneos en sus edificios”, menciona. 

Obras de Polesello, Andrés Arzuaga, Ealisa Strada- Miranda Bosch Real  Estate & Art

Por su parte, Lucrecia Cornejo, cofundadora y directora del marketplace de arte Diderot, apunta que las oficinas son un muy buen target para incorporar piezas y que estas no se limitan a pinturas tradicionales, sino que pueden sumar fotografías o esculturas también. “Hay una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas en las que los dueños compran y usan sus oficinas para exhibirlas para darles nivel. Además, es bueno destacar que si éstas se muestran en espacios comunes, pueden desgravarlas de impuestos”, comenta y asegura que de esa forma se puede aportar a la cultura, apoyar a artistas, convertirse en un pequeño coleccionista y, a la vez, dar prestigio al espacio de trabajo.   

Obra de Marcolina Di Pierro, artista Didetot

Entre los múltiples beneficios de agregar arte, Cornejo opina que es una gran manera de tener una conversación con clientes o visitas, en especial, si se opta por piezas con carácter e identidad. Para lo que son edificios de grandes multinacionales, muchas veces se opta por alquilar piezas y, según destaca,  esa es otra opción muy válida. 

“Para los edificios residenciales hoy hay poco, pero en el mundo los grandes emprendimientos optan por el arte como una forma de enaltecer y darle prestigio a su propuesta, pero acá todavía hay mucho por hacer”, sostiene.

En palabras del director de la inmobiliaria, las empresas que optan por sumar arte a sus proyectos lo hacen porque entienden que va más allá de un objetivo decorativo y se involucran personalmente en revalorizar su proyecto con responsabilidad empresarial hacia el medio, la sociedad, la cultura y sus artistas. Pero no solo eso, Bosch explica que también es una excelente inversión para el consorcio. Entre todos los propietarios, por muy poca diferencia en el metro cuadrado que pagan por departamento, pueden adquirir una obra emblemática, que la pueden ver y disfrutar entre todos y que, con los años, al revalorizarse, también lo hará el valor del departamento.

Obra de Matías Ercole- Miranda Bosch Real  Estate & Art

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¿Cómo elegir?

Para saber por dónde empezar antes de comprar, Cornejo recomienda tener en cuenta el estilo, las características del espacio y el gusto de cada uno. También, ver jerarquías de artistas según el presupuesto asignado y la intención. “Tal vez, solo se busca una pieza a modo decorativo o, tal vez, se busca una firma con más jerarquía.  Si hay un decorador que intermedia, siempre va a tener que ver con el gusto de él y de cómo se monte el espacio. Siempre hacemos propuestas que tienen que ver con el estilo del lugar”, explica y destaca que se puede acceder a piezas de jóvenes artistas a precios razonables.
A la hora de elegir, Bosch recomienda buscar obras que puedan perdurar en el tiempo, que la materialidad de la misma sea apta para alto tránsito y guardar relación con el edificio, el concepto arquitectónico y el lugar en el que estará emplazada. “Recomendamos obras que se adapten al edificio, incluso, que el artista se involucre en la concepción de las mismas dentro del proyecto arquitectónico”, dice y agrega que para el presupuesto a destinar, el 1 por ciento de una obra de una torre de 5.000 metros cuadrados vendibles equivale a 200.000 dólares, asumiendo un precio de venta de 4.000 dólares el metro cuadrado. “Con esa plata hacés maravillas”, remarca.

Aunque es una tendencia que actualmente se ve en menor escala, Bosch considera que crece en grandes proyectos inmobiliarios, por ende, el efecto derrame se irá acentuando en los proyectos más pequeños. 

Imagen principal: Obra de Marcolina Di Pierro, artista Didetot

Por: Eugenia Iglesias

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