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Se trata de unas pocas cuadras en Recoleta donde están ubicadas algunas de las propiedades más caras de la ciudad. Su historia y cómo se comporta el mercado en una zona tan particular.

La Isla es una pequeña zona dentro del barrio porteño de Recoleta que reúne algunas de las calles más exclusivas de la ciudad. Por su particular disposición, se accede a ella a través de escalinatas y, una vez dentro, el ruido de la ciudad baja el volumen y se siente, realmente, como una isla con su propia naturaleza.

Se trata de apenas ocho manzanas que tienen de vecinas a la Biblioteca Nacional y la Plaza Mitre. Sus límites son las avenidas Las Heras, Pueyrredón y del Libertador y la calle Agüero. Justamente su fisionomía la vuelve un lugar muy íntimo en medio del bullicio porteño y, por tratarse de una zona donde se ubican edificios como la Embajada de Gran Bretaña, se convirtió en un área de mucha seguridad. Por eso no resulta raro que algunas de las familias más tradicionales y adineradas de la ciudad la elijan para vivir. 

En el siglo XIX, había allí una enorme quinta, que pertenecía a la familia Hale Pearson. Ellos eran familiares de Samuel Brown Hale, ganadero, vicepresidente de la Sociedad Rural, nacido en Estados Unidos. Luego de su muerte, la Municipalidad adquirió el predio con el objetivo de crear un barrio parque con un mirador que diera al Río de la Plata. Para esta tarea fue contratado el arquitecto francés Joseph Antoine Bouvard.

Buenos Aires buscaba, de alguna manera, ocultar sus rasgos coloniales, como las calles en cuadrícula: las actuales diagonales Norte y Sur, Palermo Chico o Parque Centenario fueron parte del mismo movimiento.

La Isla terminó de formarse entre 1906 y 1914, cuando sus calles recibieron nombres por ordenanza: Galileo, Copérnico, Newton. Los edificios eran otros, la actual embajada británica es la única sobreviviente de la tipología original. Fue construida como residencia de la familia Madero-Unzué y, en 1947, fue adquirida para embajada y se le anexó el parque de la Quinta de Hale. 

Hoy en La Isla convive lo antiguo y lo moderno, pero con ese toque europeo donde realmente Buenos Aires le hace honor a su fama de ser “la París de Sudamérica”: “Lo que hace emblemática a La Isla primero es su ubicación. Es una superficie elevada de la ciudad de Buenos Aires. Y todo lo que tiene que ver con su arquitectura, que parece como si estuvieras viviendo en París. La accesibilidad, la cercanía, todo lo que tiene que ver con parque y plazas también la hacen un lugar singular donde la calidad de vida es muy buena”, señala Mateo García, director Comercial del sector residencial de la firma Toribio Achával, y quien aporta, además, parte de la historia de La Isla.

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Al hablar de la unicidad de la zona, quien coincide es Iuri Izrastzoff, director de Marketing y Comunicación de la inmobiliaria que lleva su apellido. “Tiene que ver con el enclave en que está, con pocas áreas de acceso. Por un lado tenés las calles que entran tipo Agote, Gelly y Obes, son como puertas de acceso. Luego, algunas partes cerradas a través de escalinatas. Y esa dificultad le da una gran exclusividad. Además, a pesar de que en los años 60 aparecieron edificios más convencionales, todavía quedan muchas residencias históricas como la embajada británica y otras más”, amplía. 

Según su análisis, se trata de la tercera zona más cara de Buenos Aires, detrás de Puerto Madero y Palermo Chico. “Son los valores más altos de Recoleta, y se equiparan a los de la Avenida Alvear. Se van moviendo a la par”, explica, y menciona que allí el piso del metro cuadrado está en USD 3000, un número que puede escalar hasta los USD 5000.

“Siempre que la oferta aparece, hay demanda. Es de las zonas más anheladas por los clientes por lo que quien tiene la posibilidad de pagar el metro cuadrado”, advierte, por su parte, García y menciona que históricamente La Isla tuvo precios por encima de los USD  4000 o USD 4500 por metro cuadrado, aunque ahora los precios se estabilizaron entre los USD 3000 y USD 4000. “Esta zona no está exenta a la crisis y obviamente sufrió una baja de precios importante, pero por tipo de producto entendemos que son un poco más elásticos, resisten mejor las crisis y se recuperan más rápido. Así que es un mercado que es dinámico y que sufrió, pero no tanto como otras”, agrega.

Los compradores que la buscan históricamente fueron familias numerosas, porque hay departamentos con muchos metros y prácticamente no se encuentran propiedades chicas. Diplomáticos y extranjeros también suelen interesarse en estas cuadras. “El mercado ahí tiene pocas operaciones. Los clientes que están ahí normalmente no están urgidos. Nadie está con crédito ni urgencias, por lo que no hay tantas oportunidades. Este es un caso de zona resiliente, en el que si los precios del mercado general bajan es probable que las propiedades se replieguen o no bajen de precio. Se ajusta por cantidades, no se vende y se espera”, analiza Izrastzoff.

Así, su propia dinámica refuerza el hecho de tratarse de una isla en medio de un mercado convulsionado. Pero, además, lo que vuelve única a esta zona es su capacidad de camuflarse y transportar por un rato a quien se adentre en sus manzanas.

Por: Eugenia Iglesias.

Imagen principal: Eugenia Iglesias

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