En #HistoriaDetrásDeUnaFachada, esta vez te contamos la historia del Palacio Barolo:
El Palacio Barolo, situado en av. de Mayo 1370, supo ser el edificio más alto de América Latina al inaugurarse el 7 de julio de 1923. Surge como un encargo del empresario textil italiano, Luis Barolo, al arquitecto de igual nacionalidad, Mario Palanti. Se convierte en un símbolo de poder por sus 100 metros de alto y su posición central dentro de los tres ejes de mayor influencia de Buenos Aires: la Casa Rosada, el Congreso y Tribunales.
Este palacio es concebido como un edificio de rentas de oficinas. Palanti representa un estilo ecléctico propio y antiacademicista en su construcción con reflejos neogóticos, románticos e, incluso, de la arquitectura india. De acuerdo a Rodrigo Martín Iglesias, arquitecto y profesor titular de Historia de la arquitectura en la Universidad de Buenos Aires: “En sus edificios hay una búsqueda por la trascendencia, siempre tienen algún tipo de mensaje asociado a cómo él mismo se ve como arquitecto. La creatividad de Palanti no es asociable a ningún estilo en particular y no se puede reducir a ninguna influencia específica“.
“Qui fecit opus-ut est-ut ipse mallet novit”, esta frase en latín grabada en una de los 9 techos abovedados del enigmático Palacio Barolo se traduce como: “Quien hizo la obra la conoce tal como es, así como él la preferiría”. Con ella Palanti hace referencia al hecho de que sólo el arquitecto conoce su obra y, en el caso de este emblemático edificio porteño, pareciera ser cierto, ya que son numerosos los debates que se generan en torno a su origen, su simbología, su relación con la masonería y con la Divina Comedia de Dante Alighieri.
En 1993 el historiador Carlos Hilger escribe un estudio llamado “Monumento al genio latino” donde analiza todas las posibles relaciones entre la arquitectura del Barolo y la Divina Comedia. “Dante, se sabe, pertenecía a una logia medieval, la ‘Fede Santa’, del mismo modo que Palanti. Esta hermandad (…) venera la figura de Dante como ‘obispo’ de la misma y difusor de la metáfora moralizante de Infierno, Purgatorio y Paraíso”, explica Hilger en torno al origen masón del arquitecto y el escritor.
Es a partir de este análisis que comienza a crecer la creencia de que el Barolo se construye como un templo masón y una especie de mausoleo para guardar las cenizas del Dante, de las cuales se desconoce su paradero.
Al ingresar por la puerta principal se puede observar que la disposición del edificio tiene forma de cruz latina, como si fuera una iglesia. En el hall frente a una de las dos mesas de recepción donde se encuentra el personal de seguridad vestido de traje y corbata, aguarda un grupo de turistas para hacer la visita guiada por el Barolo. Todos los días hay visitas guíadas desde las 10 hasta las 19 hs.
En el suelo hay lucarnas en forma de rosetones góticos con el fin de iluminar el sótano. “Son piezas de vidrio que cuando les da la luz del Norte iluminan con forma de pétalo”, dice Fernando Carral, arquitecto encargado de la refacción del faro del Barolo y copropietario. Su historia con el Barolo viene desde antes de su nacimiento: su bisabuelo italiano Carmelo, trabajaba en la construcción y conocía a los obreros del edificio y cuando era niño su madre lo traía al Barolo, donde jugaba a posar los pies sobre cada uno de los pétalos del estos rosetones de los que ahora habla.
Antes de comenzar la peregrinación hacia la cúpula del edificio, la guía turística Fiorella Zaccara aborda todas las comparaciones posibles con la Divina Comedia. Dice que el edificio se compone en tres partes: los dos pisos del subsuelo que representan al Infierno, los pisos del 3 al 13 al Purgatorio y los pisos del 14 al 22 que representan el ascenso al Paraíso con la cúpula como coronación de este.
El número 9 se repite constantemente en esta construcción, 9 son las bóvedas, 9 los ascensores, 9 los pisos que se suben por escalera para llegar a la cúpula, 9 se creían que eran los planetas en tiempos medievales y 9 es el número de jerarquías infernales que debe atravesar Dante en el poema. Además, son 9 los pasos de iniciación en la logia masónica de la “Fede Santa”.
En la planta baja hay columnas con luminarias que en la parte superior tienen gárgolas de bronce con figuras de dragones y serpientes, figuras relacionadas con el Infierno del Dante y las logias masónicas. Además, Hilger asegura que “el Barolo está construido en planta y secciones sobre la base de la sección aúrea y el número de oro, proporciones y medidas de origen sagrado”.
Los mosaicos blancos y negros en damero, la tipografía de la letra A en el cartel “Ascensor”, la alineación del faro con la Cruz del Sur y el paso del arroyo tercero del medio por el segundo subsuelo del edificio son otros de los símbolos relacionados a la masonería.
Palanti vino a la Argentina en 1910, durante los festejos del Centenario, para construir el Pabellón Italiano. Luego, “lo contrata un estudio argentino-uruguayo para hacer la Facultad de Ingeniería en Pueyrredón y las Heras”, explica Carral.
“Desde la universidad, Palanti venía proyectando este tipo de edificios monumentales, una arquitectura muy templaria y un poco megalómana”, afirma Iglesias. Palanti encuentra en Barolo un inversionista con mucho dinero, un mecenas, que le permite realizar su sueño de hacer una obra de este calibre repleta de simbolismos, búsquedas plásticas y estilísticas.
Luis Barolo muere en 1922, un año antes de que se terminara el Palacio. Su muerte es un misterio y en el Barolo cuentan diferentes versiones, desde envenenamiento por un miembro de la familia a suicidio por problemas en la habilitación del edificio debido a su gran altura.
El acceso al ‘Paraíso’ se dificulta a medida que se asciende. A partir del piso 13 la escalera por la que se sube cada vez es más pequeña y comienzan a aparecer carteles de advertencia “¡Cuidado con el hombro!” o “¡Cuidado con la cabeza!”.
Finalmente, la subida de 9 pisos tortuosos tiene recompensa. Una vista increíble de la ciudad desde la cúpula vidriada. Con el cielo despejado se puede ver la costa de Colonia del Sacramento en dirección al noroeste. Al llegar a este punto del recorrido, la guía relata: “Un empleado del Barolo subió un 4 de junio a las 8.30 de la noche y no se lo encontró al día siguiente, se encontraron solo sus ropas tiradas en el faro. Se cree que fue elevado, absorbido por el cielo”. Este es tan sólo uno de los tantos mitos alrededor del Barolo, uno de los edificios más importantes y enigmáticos de Buenos Aires.
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Fotos: Lucía Benavente.
Por: Lucía Benavente.